jueves, 30 de julio de 2009

Sueño de una tarde de verano

Después de 10 mil invitaciones, 8 mil planes de tardes con lugares, situaciones románticas prefabricadas y discursos preparados en el camino al trabajo, finalmente aceptaste salir conmigo.

Y el árbol de esa plaza no te dijo que te esperaba hace tiempo, y la luz roja que nos detuvo no te dijo que miraras la cara de imbécil que ponía al mirarte. Y no perdí el tiempo mirando paisajes, gente y cosas que me conmueven, esa tarde era solo para disfrutar de tu presencia, que va más allá de esos ojos grandes que miran con cierto dejo de desprecio y hacen juego con tu rostro cuando hablas de algo serio, más allá del enojo contra el mundo cuando te estresas que se observa en esa expresión única de tu boca. Lo tuyo es esa rara forma de enfrentar la vida, con hosquedad y una soberbia infundamentada que te sienta bien, demasiado bien quizás.

Y la tarde paso entre conversaciones de nada, todo lo importante daba vueltas en mi estomago tratando de ordenarse para salir y buscar el momento adecuado. Lo espontáneo parecía terrorífico pero por fuera todo se veía tranquilo, una tarde agradable, fingiendo que todo estaba bien, soy tan bueno fingiendo. Y el momento adecuado jamás llegó, las agujas del reloj interno cortaban cada vez más entrañas a medida que pasaba el tiempo.

Al término de la jornada, después de la guerra liberada entre la conciencia y el alma, la fatiga emocional era intratable. Nos despedimos y mi lenguaje corporal decía a gritos: crónica de una depresión anunciada. Me alejé 2 pasos y el arrepentimiento me tomó de los brazos y me lanzó hasta ti, el momento adecuado ha llegado, cualquier palabra que quisiera existir en ese momento sobraba. Cerré los ojos y me deje llevar por la satisfacción del momento, imaginando comparaciones con el calor de la cama en una tarde lloviendo, el sabor del primer cigarro después de vivir cualquier tormento, quizás fueron diez segundos pero estas cosas no se miden según el tiempo. Y el final de este beso que tenia atisbos de ser eterno fue un fuerte remezón en el hombro….. abro los ojos y un guardia me dice: “señor, despierte, esta es la estación terminal del metro”

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